Barrabrava Vs Bermúdez
Sebastián Domínguez lo recuerda como si fuera una escena de cine:“Estábamos en Newell’s, en plena práctica, cuando un barrabrava apareció en la puerta del entrenamiento. Al principio, la charla giraba en torno a los malos resultados, pero la tensión crecía. Yo era el segundo capitán; el primero, Jorge ‘El Patrón’ Bermúdez, un tipo con unos huevos enormes.
De repente, la discusión escaló. El barra, con mirada desafiante, lanzó una advertencia escalofriante:‘Esperame acá que voy al auto’.Desde donde estábamos, podíamos ver todo.
Caminó hasta su vehículo, abrió la puerta… y regresó con un machete enorme en la mano.El Patrón, impasible, tenía a su hijo de once años tomado de la mano. Sin dudar, le ordenó con voz firme:—Andá para el vestuario.Y a mí:—Llévatelo, Sebas. Yo lo voy a encarar.Me llevé al chico mientras la escena tomaba tintes irreales.
Bermúdez avanzó sin titubear, de frente, con la determinación de un guerrero. El barra, con el machete en alto, amenazante. El colombiano no pestañeó. Le gritó, con el fuego de quien ha visto de todo:—¿Sabés de dónde vengo yo? ¿Sabés dónde nací? ¡Yo crecí rodeado de machetes! Ve a buscar una bazuca, porque con eso no me hacés nada. Fueron treinta segundos de puro infierno, con el barrabrava amagando con lanzar el golpe, y Bermúdez, inmutable, desafiándolo cara a cara, sin dar un solo paso atrás. Hasta el día de hoy, no me tatué su nombre porque no me animé. Pero si alguien lo merece, es él.”
